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Antonio Pérez Morte

Poetas

Barco Quieto (María Elena Walsh)

Barco Quieto   (María Elena Walsh)

BARCO QUIETO

María Elena Walsh

No te vayas, te lo pido,
de esta casa nuestra
dónde hemos vivido.
Qué nostalgia te puedo llevar
si de la ventana
no vemos el mar
y afuera llora la ciudad
tanta soledad.

Todo pasa, todo cansa
y uno se arrepiente
de estar en su casa
y de pronto se asoma
a un rincón
a mirar con lástima su corazón
y afuera llora la ciudad
tanta soledad.

No te vayas, quédate
que ya estamos
de vuelta de todo
y esta casa es nuestro
modo de ser.
Tantas charlas, tanta vida,
tantas noches con olor a comida
con una eternidad familiar
en un solo día no puede cambiar
y afuera llora la ciudad
tanta soledad.

Estos muros, estas puertas
no son de mentiras,
son el alma nuestra.
Barco quieto, morada interior
que vivimos lo hicimos
igual que el amor.
Y afuera llora la ciudad
tanta soledad.

No te vayas, quédate
que ya estamos
de vuelta de todo
y esta casa es nuestro
modo de ser.


Fumadora de opio (Ángel Petisme)

Fumadora de opio    (Ángel Petisme)

Eras dulce y terrible a la vez
aquellos días
como un amor que no se elige,
cuando me hacías callar con un beso.

No preguntes, sólo abrázame.
Subamos por el río prohibido,
fúndeme en tu negrura
de profundo silencio.

Calles oscuras, amapolas de sangre.
Caricias, papel de plata,
qué breve lentitud la del amor,
humo y misterio de la piel.

Ángel Petisme

(El Océano de las Escrituras, El Ángel caído, Las Palmas 2010)

Amor (Manuel Vilas)

Amor    (Manuel Vilas)

Una mañana Manuel Vilas sacó todo su dinero de los bancos.

Fue a las cajas de ahorro, fue a las compañías de seguros,
vendió su coche, anuló su plan de pensiones,
se lo llevó todo en efectivo, un buen fajo de billetes calientes.

Qué bien, dijo, qué fuerte,
y todos los empleados y los directores querían disuadirle
pero Vilas tenía unas ganas infinitas de pasarlo bien.

Y luego se fue a ver enfermos,
a ver emigrantes, incluso se fue a las cárceles.

Quería ser un santo espectacular, tenía esa marcha,
tenía esa gran ilusión.
Quería ser Cristo, Lenin, San Pablo,
quería ir más allá del orden, de la naturaleza y de la vida.

Recorrió la ciudad de Zaragoza repartiendo dinero.
En Conde de Aranda, dío mil euros a tres árabes,
que le besaron los pies, y las manos y se arrodillaron.

En el barrio de Delicias, en la calle Barcelona,
dio trescientos euros a una negra africana,
y ella quería comerle el sexo al buen Vilas,
pero Vilas dijo hoy soy San Vilas,
consérvate para tu marido, él te necesita,
y yo os bendigo; anda, nena, ve en paz>.

Y Vilas se echó a reir.

Fuego, qué fuego más grande,
y siguió repartiendo, a una vieja china
de un todo cien le dio seiscientos euros,
y la vieja le hizo una foto de diez millones de megapisels
y la amplió y la enmarcó y la colgó
en mitad de su tienda con dos velas debajo.
A un vendedor de La Farola, ese periódico
de los pobres, le dio ochocientos euros.
Y el vendedor se echó a llorar y ardía
como una vela en mitad de las catedrales antiguas.

Vilas quería ser un santo, tenía esa marcha.

Toda la mañana y toda la tarde estuvo quemando su dinero.

Miró la atmósfera y se estaban abriendo los palacios celestiales.

Estaba enamorado de sus semejantes.

Nunca vimos a nadie tan enamorado.

 

Manuel Vilas 

 (Amor, Manuel Vilas, Visor, Madrid 2010)

"CUELLAR 53" (OCTAVIO GÓMEZ MILIÁN)

"CUELLAR 53"        (OCTAVIO GÓMEZ MILIÁN)

Hoy que vuelvo al portal de tu casa,
espero que abras como el night club
de San Pedro en la hora de Dylan.
Traía películas de Godard
envueltas en nicotina de saldo.
Recuerdo que junto al cine Torrero
dibujamos nuestros sueños:
Por eso sé que cuando ya no vivas
en Cuéllar cincuenta y tres,
las noches serán más áridas y largas.

Tú que siempre me salvaste del payaso
blanco que reía frente a mí cada día,
me ofreces al fin el almíbar de tu cuerpo
con la delicadeza de la escarcha
que acumula el vidrio de la mañana.
Te tomo, te amo y sé, que cuando no vivas
ya en Cuéllar cincuenta y tres,
las noches volverán a ser distintas
tan distintas como nosotros.

 (Octavio Gómez Milián)

Dame (Carlos Edmundo de Ory)

Dame    (Carlos Edmundo de Ory)

Dame algo más que silencio o dulzura.
Algo que tengas y no sepas.
No quiero regalos exquisitos.
Dame una piedra.

No te quedes quieto mirándome
como si quisieras decirme
que hay demasiadas cosas mudas
debajo de lo que se dice.

Dame algo lento y delgado
como un cuchillo por la espalda
y si no tienes nada que darme
¡dame todo lo que te falta!

Carlos Edmundo de Ory

No quieras retornar (Carmen Serna)

No quieras retornar         (Carmen Serna)

No quieras retornar.
El día se ha extinguido
y ya no vuelve el sol a desandar espacios
que recorrió en su órbita.

A través de los tiempos, volverá
por los mismos senderos.
Ni párpados, ni labios,
en la distancia,
nos soñarán los siglos.

 

Carmen Serna 
(Poema Inacabado, Aula de Cultura Astro, Córdoba 1992)

Los errores necesarios (Un poema de Joaquín Giannuzzi)

Los errores necesarios (Un poema de Joaquín Giannuzzi)

Considere usted cómo enternece el error
del joven poeta que supone en su cabeza
los laureles más genuinos de la época;
del mismo modo
el hombre que llegó aullando a la comisaría
suponía que toda la justicia del mundo
se concentraba allí para ocuparse de su caso.
Piense que en certezas de ese tipo
se apoya el movimiento de la historia,
el principio y el fin de los años,
el régimen de los ríos y las dinastías del poder.
Allí la esperanza está fuera de cuestión
pues se trata de otra cosa
mientras usted sueña o se muerde los puños,
escupe su bilis y no está seguro de nada.
Pero no se preegunte en qué equivocación
ponen los pies para andar sin caerse.
Ellos sostienen que nada justifica el mundo
sino sus propios delirios personales.
Y deben estar en lo cierto, a menos
que ese mismo mundo esté allí sin finalidad alguna.

Sabía que estaban ahí (Un poema de Ana María Drack)

Sabía que estaban ahí (Un poema de Ana María Drack)

Sabía que estaban ahí,
que tus palabras iban y venían,
que hablaban de mis manos
y mis pies,
mis ojos y mi boca,
alrededor de mi cabeza.
Que buscaban el horizonte
de mi línea más recta,
más distante y oculta.
Lo sabía y dejé
que cruzaras mi umbral
con tus palabras.

(Del poemario De dos en dos , Lunara Poesía, Elche Octubre de 1996)

VOCES (Un poema de J.A. Rey del Corral)

VOCES (Un poema de J.A.  Rey del Corral)

Voces las que han cantado las mañanas
manos las que han tocado tantas puertas,
manos cerradas son, voces abiertas,
cantando-abriendo cercas y ventanas.

Manos sin dilaciones y tempranas,
voces madrugadoras y despiertas,
cantando y derramando sus ofertas,
herramientas y cítaras humanas.

Aquí pido que rompan esas manos
las llaves que nos cierran, tan atroces,
denunciando los tratos inhumanos,

aquí quiero que estallen esas voces,
manos que se entrelazan a otras manos,
voces que se acompañan de otras voces.

El Peso de lo que pasa (Ángel Guinda)

El Peso de lo que pasa   (Ángel Guinda)

Lo que le pasa a la Historia es la mentira.
Al sin techo le pesa el cielo encima.
Lo que le pasa a la paz siempre es la guerra.
A la economía le pesa la ambición.
Lo que le pasa al Poder es no poder.
A la Religión le pesa el fanatismo.
Lo que le pasa a la vida es la muerte.
A mí lo que me pasa eres tú.

Ángel Guinda

(Poemas para los demás, Papeles de Trasmoz , Olifante, Zaragoza 2009)

Fotografía: Marc Roboud (1967)

Lunes, miercoles y Viernes (Antonio Huerta Orihuela)

Lunes, miercoles y Viernes  (Antonio Huerta Orihuela)

Para la mujer más valiente del mundo.

 

Empieza otra vez la rutina impar
del primer, tercer y quinto día de la semana.
Subo a mi Volkswagen Polo,
pongo las llaves en el contacto.
Arranco. Meto primera.
Acelero y salgo a buscarte.

Surco una avenida llena de imperfecciones
que nadi arregla, doce semáforos
que amenazan con su luz ámbar,
siete rotondas, fósiles de seres
metalizados que nadie logra adivinar
y una pila de caballos de colores
agrietados por el paso gris del tiempo.

Una vez cruzada toda  la ciudad,
y tras discutir con aquellos
que se interponían con su torpeza en mi camino,
llego al hospital que tantas veces nos ha visto,
subo a la primera planta y observo el mismo cartel,
Unidad de Hemodiálisis.
Llego a nuestro punto de encuentro.

Tras esperarte diez minutos
apareces al fondo del pasillo,
con la tensión por los suelos
y cansada después de favor
que te ha hecho la máquina,
filtrando cada gota de tu sangre.

Tardo poco, dices, y entras a cambiarte,
cuando sales una sonrisa escondida aflora,
me agarras del brazo y volvemos al coche.

Es viernes, quizás un milagro
rompa esta triste rutina,
sino fuera así ya sabes,
te espero en nuestro lugar de encuentro,
a la misma hora de siempre

Antonio Huerta Orihuela

(Dichosa tarde en escala de grises, La casa del pintor, Sevilla 2010)

Un poema inédito de Teresa Palazzo Conti

Un poema inédito de Teresa Palazzo Conti

A veces vivo un poco
y ostento la evidencia
como un coleccionista.

Algún trofeo
rutila en las escarchas de mi nombre
y emerge la que era
en el engaño del verbo flagelado.

Mi intemperie
descansa un instante
en el pedestal de hierba de sus ojos,
hasta volver,
crucificada,
a la oración unitaria de la casa.

(Teresa Palazzo Conti, poeta argentina)

YA VES (José Antonio Labordeta)

YA VES   (José Antonio Labordeta)

Sobre este papel inmaculado (José Antonio Labordeta)

Sobre este papel inmaculado  (José Antonio Labordeta)

SOBRE ESTE PAPEL INMACULADO
dejo gestos de amor y de agonía,
números para el tendero
e interminables listas de objetos inútiles
                               que nunca adquiero.

Dejo cartas que se quedan aquí
sobre la palidez del entramado
mientras el receptor espera
una sola palabra para saber que vivo 
                               todavía.

Sobre este papel
me invento trozos de mis otras vidas
y, al final,
no sé muy bien si soy el invento,
el inventor o el inventado.

Sobre este papel
escribo cruz y raya y lo deshago
dejando en su destrozo
mi soberbia crecida inutilmente.

 

José Antonio Labordeta 

(Jardín de la memoria, Batlló Editor, Barcelona, 1985)

Aberración del poema (Leopoldo María Panero)

Aberración del poema   (Leopoldo María Panero)

El poema es como una perversión
Como una espada que se esgrime contra el hombre
Como una extraña nada
Que dibuja en el aire el filo de una espada
Y que canta la nada
Que canta contra el hombre
Con la espada del diente
Al ser mezclada
Devolviendo la vida a la mirada.

Leopoldo María Panero
(El ángel caido, Las Palmas de Gran Canaria, 2008)

 

Sólo un verso (Leopoldo Alas)

Sólo un verso       (Leopoldo Alas)

*  "Mi vida es la esperanza del invierno"

                                   Leopoldo Alas

 

* Último verso del poema titulado "Odio el Verano", Concierto del desorden, Calambur, Madrid 2007 

Ilustración: Ismael Álvarez 

VA MURIENDO LA TARDE (Luciano Gracia)

VA MURIENDO LA TARDE  (Luciano Gracia)

 

                                                         A  José Luis Melero Rivas

 

 

Va muriendo la tarde. Sólo el milagro de vivir
purifica la sombra.

Cortinas fantasmales de cierzo estremecido
van poniendo en los ojos de la noche
abanicos de lluvia.  Salas de tapices, sangrando
su leyenda, van soñando prodigios.
Van abriendo al poema
su piedra de marfil.  Esa piedra sonámbula
que niega la memoria
a muertos que deliran sin sonido
y llamea, con luz inapresable,
en la voz del poeta.
Paletadas de sol reverdecen la calma
de las hojas, aladas del otoño.

Cuánto fuego dormido
en la piel del crepúsculo.
Cuántos hombres soñando en el camino
y ungidos de tristeza
se axfisian reflejados en el agua.

Va muriendo la tarde. Sólo el milagro de vivir
purifica la sombra.
Purifica los ríos de la sangre. Purifica
el misterio
de la imagen borrosa de la muerte.

 

LUCIANO GRACIA BAILO
(Del poemario Huellas de Ceniza  1978-1982,  Zaragoza,  I.F.C. 1982) 

Fotografía de J.L. Melero: Web de Mariano Gistaín.

El poema está hecho para matar (Leopoldo María Panero)

El poema está hecho para matar  (Leopoldo María Panero)

El poema está hecho para matar
Y es un himno a la ruina
Y la única belleza es la belleza del desastre
El estampido de un revólver sobre la nada
Para sellar el pus de la vida
La flor sin labios de la vida
La agonía eterna de Virgilio
Y el verso debe ser como el puñal
Como el dolor siniestro de la vida
Que ya no es
Sino sólo el resplandor de un cadáver
Que ya no es
Y flota sobre el verso


Leopoldo María Panero   (Claus Belli, Madrid 2010)

Anoche me follé a Jane Birkin (Octavio Gómez Milián)

Anoche me follé a Jane Birkin   (Octavio Gómez Milián)

Anoche me follé a Jane Birkin,
la follé en un escrupuloso silencio
la folle demasiado concentrado por la estupidez
de saborear el momento.
Me la follé en silencio por la noche
y la volví a follar de día.
Seguí en silencio, seguí en silencio porque
cuando quise intervenir para decir algo hermoso
no supe donde había dejado la poesía
entre aquel amasijo de mentiras gloriosas
que era el cuerpo de Jane Birkin.

Anoche, justo cuando Jane Birkin se quitaba
un sujetador negro,
mientras deslizaba sus bragas hacia abajo,
hacia el abismo perfecto donde no había nada,
hacia la zona de nocuerpo de Jane Birkin,
anoche justo, en ese momento previo,
fue cuando quise decirle algo; y no pude,
y volví al silencio
que nunca debí haber intentado abandonar
y busqué con mis dedos especialmente alargados
sus pezones dorados, relucientes
en la semioscuridad de mi cuarto
y ya no perdí ni un momento en salmos,
ya sólo me entregué al musgo dulce
del cuerpo de Jane Birkin.

Se hizo de día y las horas saludaban al pasar
camino de la fábrica
y besaba todas las partes del cuerpo de Jane Birkin,
la besaba buscando memorizar
todos los centímetros cuadrados, los milímetros,
las microscópicassuperficies que iba a extrañar,
besaba los recovecos, las ausencias,
las suciedades y las manchas
de la piel de Jane Birkin.
Besaba la perdición ósea de los cráneos llenos,
las cuencas enormes,
besaba todo lo que fuera blanco,
todo lo que me llevara al violeta,
besaba todos los horrores y todos los odios
de todos los hombres con los que había estado Jane Birkin
antes que yo
y todos los horrores y todos los odios de los hombres
que iban a estar con ella después de mí.

Jane Birkin por la mañana remoloneaba en la cama
no quiso cafe ni galletas, no quiso siquiera el zumo de naranja
cansino que mezclo con el vodka.
Sólo que la dejara durmiendo,
que dejara su cuerpo descansar,
el cuerpo de Jane Birkin dentro del nórdico de mi cama de alquiler,
en la habitación de la casa donde acumulo las penas
y los tebeos y los cuerpos muertos y los cuerpos arrendados
de todas las mujeres que han pasado por la cama de alquiler
y han follado conmigo otras noches y otras mañanas
y han follado conmigo borrachos los dos,
fingiendo que su cuerpo era el de Jane Birkin
y fingiendo yo que lo creía, con el sabor especial
de la mezcla de tabaco y ron con el que las mujeres
que no son Jane Birkin nos quieren engañar.

Me he ido y he dejado as Jane Birkin
y a todo su cuerpo y los pezones y las piernas
agobiantemente hipnóticas
y me he ido antes de que el hambre me pudiera de nuevo
y me tuviera que lanzar sobre el cuerpo de Jane Birkin
para alimentarme de ella y follarla como la follaría uno
que ha estado cerca del cuerpo glorioso
y ha sorbido el tuétano de los huesos perfectos de Jane Birkin.

Y he estado trabajando,
imaginando que el papel y el cartón y las cajas,
y el café para soportar el dolor de los dedos
y el sueño y la muerte que acecha siempre tras la repetición
de los días sin Jane Birkin, imaginando que Jane Birkin
estaba en todo lo que me rodeaba,
y entonces he querido contarles a todos,
a todos,
que anoche me follé a Jane Birkin
y por la mañana otra vez, y no se lo he contado
como si quisiera guardar para mí todo el sabor de sus
dientes
que saben a mi propia saliva,
y así han pasado ocho horas y una más hasta que he vuelto
a casa
nueve horas con el sabor de la lengua de Jane Birkin de mi boca
al estómago,
nueve horas.
Y cuando he llegado a casa
Jane Birkin ya no estaba
y la ausencia que su cuerpo divino había dejado
era tan desoladora
que parecía que nunca hubiera estado allí.

Así que fue eso lo que elegí creer,
lo que le conté a todo el mundo;
que nunca llegué a follarme a Jane Birkin.

Octavio Gómez Milián

Me pasa... (Un poema de Ignacio Escuín)

Me pasa...  (Un poema de Ignacio Escuín)

...y ya no he podido dormir como siempre me pasa...

                                                       Los Planetas

Me pasa a veces que una melancolía absoluta me asola. Busco algún libro en el que refugiarme pero no sé encontrarlo, quizá no exista este libro, este refugio contra la tormenta.
Me pasa a veces que no puedo leer, y todo es tedio alrededor, y nada puedo pensar o hacer sin sentirme muerto, con la vida ida ya.
Otras veces veo caras, piernas, brazos que no dicen nada y entonces, sólo entonces, necesito contarlo, escribir que todo a mi alrededor es silencio, como hoy, supongo, y todo blanco.

Ignacio Escuín Borao