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Antonio Pérez Morte

Félix (Aloma Rodríguez)

Félix  (Aloma Rodríguez)
Félix Romeo era la alegría que llegaba en forma de helado, de brindis ruidoso, de canción desentonada pero entusiasta; de caja de bombones, de regaliz o de libro. Siempre era torrencial y vehemente, como cuando defendía la libertad, algo que ha hecho con voluntad férrea en las páginas de HERALDO. Pasaba muchas horas en piscinas, de amigos, públicas y en una pequeña balsa que construyó este verano en la casa que compartía con Lina Vila.
A Félix Romeo le gustaban muchas cosas y todas le gustaban mucho. Disfrutaba de la belleza, de las ciudades, de los paseos, de un café solo con hielo en una terraza, de los pistachos, de la risa a carcajadas y del amor en todas sus formas. Le gustaban mucho los diccionarios, ir al cine y las granadas. Señalaba todas las referencias aragonesas que aparecían en los libros que leía, que eran muchos, y tenía el don de hacer sentir especial a cada uno de sus amigos. Era un torpe pero esforzado jugador de waterpolo y un estupendo inventor de chistes.

Condensaba muchas vidas en una sola: el tío ideal, el hermano mayor, el hijo adorado, el crítico audaz, el analista político lúcido, el escritor moderno y sorprendente, el polemista con argumentos, el mejor amigo, el cómplice, el que hacía reír, el descubridor de cantantes, escritores, revistas, etc. Era una bisagra siempre engrasada y dispuesta a conectar a un traductor con un editor, o a un escritor con una editorial. Su generosidad no tenía límites. Por eso, nuestro mundo va a ser un poco más pequeño ahora que él ya no está para ensancharlo, para hacernos repensar el mundo y nuestras ideas o para recomendarnos el disco de un cantautor que acababa de escuchar, como Rafael Berrio. Félix se ha ido cuando las granadas empiezan a estar maduras, cuando el otoño llega para instalarse. Ni siquiera la fuerza del cierzo zaragozano va a poder llevarse la tristeza que invade la ciudad, de la que era un absoluto enamorado y un gran embajador. Félix usaba a menudo una cita de Salman Rushdie, de ‘Pásate de la raya’: «para demostrar que el fundamentalista se equivoca, tenemos que saber primero que se equivoca.

Tenemos que estar de acuerdo en qué es lo que importa: besarse en público, los bocadillos de jamón, la divergencia de opiniones, la última moda, la literatura, la generosidad, el agua, una distribución más justa de los recursos mundiales, las películas, la música, la libertad de pensamiento, la belleza, el amor. Esas serán nuestras armas». Félix Romeo era un auténtico defensor del placer y de la alegría, y para demostrar que no se equivocaba tenemos que besarnos, bailar, cantar, disfrutar de las cenas con los amigos y ser todo lo felices que podamos. Ese será nuestro homenaje.
 
 
*Columna publicada el domingo 16 de octubre en el suplemento “Heraldo Domingo” de Heraldo de Aragón.

La foto está tomada en 2008, durante un viaje en tren de Zaragoza a Teruel, y me gusta mucho porque está escribiendo.

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