LOS ARAGONAUTAS (Un poema de Ángel Petisme)
PERTENEZCO a esa legión errante y sideral,
de pajaricos sonámbulos, cercenados,
desde la noche -camino del Arrabal-
que los gigantes de la Audiencia me cantaron:
"No levantes tanto el vuelo, palomica, palomica".
Entonces comprendí, que hay dos tipos de aragoneses:
apagoneses y aragonizantes.
Los primeros, comisarios de la mediocridad,
si tomas altura te cortan los cojones de inmediato.
Hice el hatillo con premura y me vine al mejor hospital:
Madrid. El más barato, con la mejor terapia
para curar esa jodida depresión del Ebro.
Asi maté a mi pavo adolescente
y aprendí, en un infiernillo eléctrico
a cocinar mi juvetud.
Nada mejor para saber
si el vellocino crece bajo tu almohada,
si tu vida está escrita ya con antelación,
que escapar a un lugar sin amigos, sin trabajo, sin nadie...
Comprobar que lo más parecido al silencio
que existe es escuchar, durante meses,
la cadencia de tu respiración, durante meses,
los pequeños seísmos, la tele del vecino,
las luces y el fragor de una ciudad al fondo.
En las saetas del insomnio el silencio respira por ti
y hay tiempo para llorar y visionar,
a cámara lenta, el copión de tu vida...
He tardado algunos años en entender
el silogismo de la esterilidad,
porque se marcharon los que me precedieron
en busca de un clima cálido para soñar,
y los que se quedaron tuvieron que exiliarse
entre cuatro paredes amuebladas de libros...
Hemos tenido que bebernos las nubes
para anegar el páramo que nos perseguía;
han cantado muchas veces los gallos
y en los labios teíamos ese nombre de río.
M-añicos, huérfanos de horizonte,
cónsules de la tristeza, ventosos, fantasmas
de pueblos abandonados:
Dios o el Demonio quieran que no tengamos
como Odiseo que pasar por el Hades,
el Reino de los Muertos,
y ver las cuencas vacías de Tiresias,
de nuestros padres,
para encontrar ese camino de regreso a casa.
Dios o el Demonio quieran
que la tierra y el cielo que nos reiventamos
para sobrevivir en Méjico, Madrid, Amsterdam, Barcelona...
que el trabajo, los hombres, el agua, las caricias,
que imaginamos en la cruel diáspora
sigan ahí como Penélope esperando,
y al romper los espejos
no optemos por volver a la alucinación
y quedamos cautivos en el Otro Aragón.
(Poema de Ángel Petisme, para Antonio Pérez Morte, Ana Gargallo y Pablo Pérez Gargallo, incluido en su poemario Buenos días, colesterol, Premio Sial de Poesía 2000)
1 comentario
Manolo -
He leído casi todo lo que has escrito sobre él.
Da la impresión de que lo conoces como si fuera tu hijo...