Apología de los melancólicos (J. A. González Iglesias)
Quienes excluyen a los melancólicos
del lugar de la fiesta, se equivocan.
El melancólico contribuye al equilibrio de la creación.
Su detención prepara la plenitud de otros
igual que la alternancia entre aliento y aliento
desemboca en esperma.
Su electricidad estática es superior a la energía visible.
Él es el que establece la belleza,
el que con su atención restituye a las cosas
sus relaciones simples y las convierte en mundo.
En el centro imperfecto de toda multitud
el melancólico lleva hasta sus últimas consecuencias
su condición de único.
No toma posición donde se cruzan
los haces de las luces, sino en las escaleras
a la altura inminente de la ceniza. Mientras
los otros se desplazan, primordiales
átomos que no saben hacer sino moverse,
él organiza el espacio con el despliegue de su amor.
Juan Antonio González Iglesias
(De Un ángulo me basta , Visor, Madrid 2002)
3 comentarios
Javier -
Amparo tiene toda la razón, el melancólico siempre está ausente, soñando en su mundo etéreo.
Antonio -
Amparo -