Pido perdón: ¡Yo también leí "El País"! (Antonio Pérez Morte)
A finales de los setenta yo también leía El País cada día. Siempre me ha gustado ese columnismo sólido y potente que es capaz de comprimir en unos pocos módulos una historia que te hubiese gustado firmar a renglón seguido. Este periódico nos parecía un pionero en eso y lo fue, si bien la línea editorial fue perdiendo fuerza a medida que el PSOE se derechizaba y PRISA asumía compromisos con el gobierno de Felipe González. Quienes profesional o vocacionalmente, como colaboradores o lectores, accedimos por vez primera a sus páginas, creímos asistir a una aparente revolución y democratización de la prensa escrita. Luego vimos que no, que de eso nada de nada; y por si quedaba algún resquicio para la duda, la mano negra de Hachuel y la ONCE, le hicieron el favor a Alfonso Guerra de cerrar El Independiente. Dejé de leer El País, como lo hizo Jorge Riechmann, cuando me dí cuenta de que aquel no era mi periódico sino el de Felipe y Cebrián y a veces, también el de una renovada Maruja Torres, que echaba víboras por la boca cuando escribía de alguien, por ejemplo Pepa Flores, que osaba rebasar las lindes del estrecho pasillo socialdemócrata. La Guerra del Golfo llegó (guardo todavía en mi casa de Zuera todos los ejemplares de esos días) y con ella, la vergüenza de haber sido, en su día, suscriptor de El País. Sánchez- Harguindey me agradeció cariñosamente dos “maravillosos trabajos, excelentemente documentados” que no verían nunca la luz por motivos de oportunidad y espacio.
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