Manu Guerrero escribe sobre Escombros
Escombros es uno de los acontecimientos de mi verano: El poemario que acaba de publicar mi buen amigo Antonio Pérez Morte. Una edición cuidada y bella de Origami, con versos escritos entre 1978 y 2008. Unos poemas íntimamente manchados de zozobra y tristeza, que nos devuelven a la irremediable esencia de lo que somos y sentimos. “Sólo desilusión nos queda a estas alturas de la vida”, empieza Antonio escribiendo en la primera página. Un recorrido que va desde la decepción a la desesperanza, con La cicatriz transparente, el último poema, donde “Sólo queda el recuerdo, / es decir, la cicatriz transparente. / Vivir amnésico el resto de la muerte, / y paladear cada renuncia. / Sólo queda / esperar el milagro / de perder la razón / y volverse masoquista, / para gozar el dolor / que cada día nos brinda.”
Antonio se encarga, con esta nueva entrega de literatura brillante y útil, de hacernos -igual sin saberlo- un gran favor: Nos recuerda el muerto que todos llevamos dentro, la fría condena que nos aguarda. Nos hace ver, de nuevo, que también en la muerte -como en la memoria y la salud- el reparto es injusto. Y que los que fueron, son, y los que somos, dejaremos de ser algún día. Ahí es donde siento el escalofrío que me hace escribir en los margenes de sus poemas, replicar con emociones las cuchilladas de sus palabras. Y ese es el inmenso canto a la vida que le agradezco. Porque solo quien tiene la certeza de que pronto va a morir sabe apreciar el lujo de estar vivo, sano y libre.
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