Sueños de un viejo Titiritero (Antonio Pérez Morte)
Esta noche he vuelto a verme tras la pared de vigas de un almacén de construcción donde de niño edificaba cada tarde de sábado El Circo o Mi pequeño teatro. Allí, todavía, todo era ficción: La compañía entera, incluso el presentador, era yo y aquella extraordinaria colección de marionetas que cobraban vida en mis manos y que comenzó con las cuatro primeras piezas que mi madrina, la tía Blasa, me compró en el viejo e histórico Pasaje del Ciclón, en la Plaza del Pilar de Zaragoza... Con ellas, una pequeña caja de Magia Borrás y un surtido amplio de máscaras de goma era capaz de transformarme en mil personajes, transformando, también las tardes calurosas de las primaveras y veranos de la Zuera de los sesenta. Más tarde, en los setenta, cobró mucha más fuerza la televisión y Fofó y los Payasos de la Tele, recién regresados de Argentina, comenzaron a hacerme una competencia desleal, que unida a la difusión publicitaria de la Magia Borrás puso mi aventura vocacional -que había sobrevivido incluso al desafio de Zori, Santos y Codeso juntos-, al borde de la quiebra. Así que decidí irme, cuando aún tenía algo de éxito. Me marché, dejando vía libre, al maestro de maestros, Javier Villafañe y para siempre vacíos los palets de tochos, de ladrillos y las vigas del viejo almacén de Luis Cuartero. Al poco, uno de los espectadores más fieles, con el que yo había tenido un terrible e inolvidable sueño premonitorio, cayó enfermo y ante la absoluta incapacidad emocional para visitarle, fui mandándole, en mi representación y poco a poco, uno a uno, cada uno de aquellos títeres que sábado a sábado había dado luz a los más hermosos días de la infancia...
Antonio Pérez Morte
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