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Antonio Pérez Morte

LABORDETA, ¡MEMORIA VIVA! (Antonio Pérez Morte)

LABORDETA,    ¡MEMORIA VIVA!                     (Antonio Pérez Morte)

Vuelvo a mi casa de Zuera una vez más y en la noche me encierro en el viejo  estudio,  lleno  de papeles y de cartas, de fotografías, canciones y poemas.    Tomo asiento junto a la ventana que mira  a  la  ribera  del  Gállego   y   mis  ojos   se abisman  sobre el agua y vuelven  a perderse en la distancia por las tierras más áridas y las más generosas huertas:  Nuestra tierra es una tierra  llena  de  contrastes  que a  menudo encuentra  la forma idónea de manifestarse en el más pequeño fragmento de su cartografía.   Nuestra tierra, que a veces nos habla de forma desgarrada  cuando sopla el cierzo para despertarnos como la mejor albada,  y otras lo hace de forma íntima y queda, como lo hacía Labordeta en aquel inolvidable y maravilloso poema que escribió para Adelina Lascorz hace ya más de treinta años.     Una composición que el azar hizo que conociese aquí, a su lado. Aquí, justo en este mismo lugar en el que hoy lo recupero con infinita nostalgia.  En estos versos, siempre vivos, cargados de humanidad y de afecto, encontramos algunos de los temas y recursos estilísticos característicos de su obra, y, cómo no, otros argumentos de peso, para mantener viva su memoria:


Te escribo, Juan,
hermano,
ahora que la lluvia
recorta suavemente
los ruidos en la calle
para hablarte de que ayer,
allá arriba,
en el pueblo vacío
del lento somontano,
enterramos a la abuela
en aquel cementerio
cubierto de hierbajos,
arbustos,
y lápidas deshechas
por el tiempo,
las nieves
y el olvido.

Mientras ella yacía
en la alcoba tan grande
donde tú y yo
jugábamos de niños,
estuvimos la noche
recordando los tiempos,
los paisajes pasados,
las gentes que se fueron,
las tardes de domingo en la fuente,
que ahora
ya no mana aquella agua
que venía del frío.

Tantos trozos de vida recordamos
que el alba nos asaltó de golpe,
y el abuelo,
que apenas dijo nada de nadie
entre la noche,
murmuró suavemente:

Habrá que descenderla
y dejarla en la tierra
con los suyos.

Y la dejamos quieta
allí, bajo la yerba,
las nubes pasajeras,
los cierzos agoreros
y los riscos.

Luego, cuando salimos
ya no quedaba nadie
en el contorno.

Y aquí
en la ciudad de nuevo,
el abuelo,
viendo caer el agua
tras los vidrios
ha murmurado lento,
con sonrojo:

Hoy seguro que llueve
también
sobre la abuela
allá arriba
en el pueblo.


(Cantata para un país, Movieplay, Madrid, 1979)

 

 Antonio Pérez Morte    (El Ebro Nº 17, Zaragoza, 21 de Enero de 2011)

2 comentarios

Antonio -

La verdad es que no consigo acostumbrarme a su ausencia.
¡Un beso, hermano!

Angel Guinda -

Entrañable texto el tuyo, querido Antonio. Nos hemos quedado huérfanos de embajador de Aragón en España y en el mundo.