Un fin de semana distinto...
Acabar la tarde del viernes en el parque con Juan, para verle disfrutar. Beber agua fresca. Llevarle de la mano al concierto de O Carolan , al aire libre, en la plaza. Contemplar sus ojos escudriñándolo todo, hasta el más recóndito rincón, hasta el más mínimo detalle de cada instrumento: ¡Qué bien suena el arpa de esa señora que se llama como la yaya!
Él quiere tocar la guitarra, como su hermano, pero no hay plazas vacantes en el Conservatorio de Sabi. ¡Quizá otro instrumento! Mientras se despeja la duda hay tiempo para tomar bocata y refresco, sentadicos a oscuras sobre el suelo de la terraza, mirando al cielo. Luego, unos mimos en un cuarto lleno de moñacos y a descansar. El sábado había que madrugar para ver a los diez mil ciclistas de la "Quebrantahuesos" . La cicloturista debe de llamarse así, porque hacer tantísimos kilómetros, subiendo y bajando tanta "cuesta" es una "animalada". Este año la salida es media hora antes y se nota, aunque al final de la mañana vemos cómo nos ha cundido el tiempo y nos encontramos un par de horas de regalo, para preparar la comida despacio. Después de comer esperamos durante toda la tarde que comience a decrecer el calor y desaparezca el sueño. Al final, agotados, nos vamos con Amelia a buscar el aire que no llega... A Orós, a Santa Elena, a Biescas a Hoz de Jaca, allí nos encontramos a Rafa, a Nuria y a Mateo, que se emociona con la visita sorpresa de sus primos y les invita a quedarse con él, para acabar juntos el fin de semana. De regreso a casa, paseamos otra vez por las calles de Biescas y buscamos un lugar para cenar, nos cuesta encontrarlo, está todo a tope: Nos conformamos con una pizza y un café en el Saloon... Hablamos de todo: de la crisis, del trabajo, del cine, del teatro... y aún nos queda conversación para gastarla en una terraza de Sabiñánigo entre los sorbos de un granizado de limón. Ana y yo nos encontramos raros sin nuestra pareja de hijos únicos: Seis y trece años. ¡Nunca nos separamos...!
Al llegar a casa todo es silencio. Casi veinticuatro horas de silencio. A las once de la noche del domingo suena el portero automático y Pablo y Juan (que vuelve, como siempre, con muchas ganas de hablar) hacen su entrada estelar: "Papá, mamá he ido todos, todos los días, al parque..."
2 comentarios
Antonio -
¡Besos!
laMima -
De todo, hasta tiempo en pareja (¡tan caro!), me das envidia :))
Besos y que se repita pronto.
PD Oye, me encanta eso de vuestros "dos hijos únicos"