ALBA DE DEUS (fragmento)
(-Has hablado de una tal Alba de Deus. Me intriga esa historia... dijo Golmar.
-Es la aventura más cruel de mi vida. La conocí en Lisboa, en un local del puerto, donde se abrazan el río y el mar. Yo tenía un amigo, Cortegoso Padín, que había sido músico de la banda de Corme antes de ser timonel. Íbamos juntos a todas las partes y también fuimos a aquella taberna. Apenas habíamos entrado, nos llegó una voz de seda, de angustia y de fado. Una voz de ésas que te penetran hasta las sienes y el cerebro aunque no te lo propongas. No sé si me comprendes. Y allí estaba ella, casi desnuda, envuelta en velos negros que le ceñían las nalgas y los hombros. Los dos nos quedamos perplejos, como otros marinos.
El tabernero nos dijo su nombre, Alba de Deus, y añadió que no trataba con marineros. Padín y yo la abordamos después de la función sin éxito. Y la seguimos por callejas estrechas y por las plazas hasta su casa. Nos quedábamos abajo: veíamos las luces, atisbábamos sus movimientos, imaginábamos su espléndido cuerpo antes de acostarse. Parecía que nadie la esperaba. Al tercer o cuarto día se dio cuenta de que la seguíamos. Se lo confesamos todo. ¿Qué se le puede decir a una mujer tan asombrosa y discreta, que se deshace en cristal y pureza cuando canta y que luego desaparece, casi a hurtadillas, del lugar donde destrozó el corazón con las canciones y con su cuerpo, a más de veinte hombres? ¿Necesitas, Golmar, que describa su hermosura de diosa intemporal? ¿Necesitas que te diga que había despertado en todos nosotros el hambre y la codicia del deseo, la fiebre de una pasión torturadora e imposible? Los dos, Cortegoso Padín y yo conseguíamos por separado lo que queríamos: acostarnos con ella. Pero un día nos encontramos en la escalera de su casa, él subía, yo bajaba, y sacamos la navaja.
-Cortegoso Padín murió, claro. Pero, ¿y ella?
-Jamás la volví a ver. Sé que no ha vuelto a cantar fados en Lisboa. Seguro.)
Anton Castro
(De "Golpes de mar", Destino. Áncora y Delfín, 2006)
2 comentarios
Antonio -
Agradéceselo a Antón!
Un abrazo!
Jaime -