Blogia
Antonio Pérez Morte

Llorar (Un artículo-regalo de Félix Romeo, para los lectores de esta página)

Llorar   (Un artículo-regalo de Félix Romeo, para los lectores de esta página)

 

Llevo un tiempo llorando sin parar. Los martes y los domingos. Y también los sábados. Aunque no se me ve. Lloro delante del espejo y tumbado en la cama. Casi nunca se desbordan mis lágrimas, porque se quedan suspendidas en los ojos. A punto de saltar y agujerear el suelo. Como ácido sulfúrico.

Lloro de emoción en las bodas: en la de Anda Lydia y Óscar y en la de Ánchel e Ignacio y en la de Sole y Óscar. Lloro de tristeza en los entierros: el último, el de Boni.

Lloro cuando debo llorar y también lloro cuando no debo. Lloro de alegría. Y también, de pena, como lloraba cuando niño. Lloro por las guerras, por el hambre y por los huracanes. Lloro cuando me devora la impotencia, claro.

Llevo un tiempo llorando sin parar y de verdad. Lloro y es como si tuviera dentro una brigada de limpieza. Sin detergente. Sin espuma. Sin lavadora. Aunque con centrifugado y secado.

Lloro cuando se acaban todas las palabras. O están tan escondidas y tan alborotadas que no consigo ordenarlas. Lloro en los cumpleaños. Lloro con las canciones y en las despedidas. Lloro después de hablar por teléfono. Y a veces antes.  Lloro cuando me gusta lo que leo. Lloro en el cine. Lloro en las cenas con amigos, donde se brinda y se exalta la felicidad y el tiempo compartido.  Y el tiempo desaparecido.  Loro viendo los talkshows de la tele: esa parte de la televvisión que es ficción fabricada con sentimientos verdaderos. Lloro por lo que más quiero. Lloro por los vesos. Lloro en el verano. Y lloro cuando llueve, que es cuando mejor se llora, como de camuflaje.

Llevo un tiempo llorando sin parar y empiezo a conocer el mecanismo. Primero se me encoge el estómago. Luego se me ponen telarañas en los párpados. Más tarde se me congelan las orejas. Y aparecen las lágrimas que quedan en equilibrio, como carámbanos de sal.  Lloro cuando veo a un amigo. Lloro mirando el paisaje desde el coche.

Llevo un tiempo llorando por todo. Y no lloro como un acto de la voluntad sino obedeciendo a mi cuerpo: de manera involuntaria, incontrolada. Aunque no me atrevo a escribir que indeseada. Lloro y el llanto me parece una extraña ITV de la vida.

(Publicado en Heraldo de Aragón, 2 de Octubre de 2005)

 

2 comentarios

juiciosa -

amigo cide,todos los prejuicios son equivocados

Cide -

No he leído ningún libro de Felix Romeo. Formé un equivocado prejuicio cuando leí a un crítico que decía que Felix no hacía más que imitar a Ray Loriga. Y si Ray Loriga me parece un mal escritor ¿para qué iba a leer a Felix Romeo?
Pero leyéndolo en los artículos de Hoy Domingo del Heraldo me están entrando ganas de asomarme a alguna historia un poco más compleja fabricada por la mente de este gordo flaco.