Sonrisas y Lágrimas (La magia de Huesca)
Escribo desde Zuera, adonde llegamos el sábado de Sabiñánigo. El viaje en ferrocarril fue una nueva e increíble aventura. Nos tocó en suerte una antigualla, un tren vetusto y sucio que nos hizo volver a votar, obligatoriamente, como hacía Franco en los viejos tiempos: ¡Votar para nada! El traqueteo se acentuaba en aquellos tramos del trayecto donde presumiblemete el trazado está mejor. ¡No sé si será cierto!
Al llegar a la minimalista estación de esa cinematográfica ciudad del Tercer Mundo Aragonés llamada Huesca, a la señora de enfrente le habían dado más vueltas las órbitas de los ojos, que a Marujita Díaz sus pupilas, durante toda la década de los sesenta. Al vehículo en cuestión le faltaban más luces que al camerino de la Niña de la Puebla o a los personajillos de ese insufrible cazador de tarados llamado Rubén Cárdenas, aún así sobrevino el apagón mientras Pablo hacía apuestas sobre cómo volvería la luz: ¿Al ritmo de la Chatunga de Luis Aguilé? Algunas veces ha sido así, ésta no.
Mis hijos, mi pareja de tragantúas, habían engullido para entonces: Cuatro bocadillos, un Actimel, dos refrescos, dos bolsas de chucherías... pero al menos, permanecían quietos y espectantes en sus asientos, ante el ir y venir del maquinista que, linterna en mano, cruzaba aceleradamente el pasillo, para realizar la eterna maniobra de salir "reculando" por la misma vía que había entrado. El conductor debía ser experto y consiguió sacar el catafalco marrón de esos andenes adonde van, casi a diario, las reliquias vivas de la Renfe, que nadie acepta ya en nigún sitio.
Huesca lleva años marginada. La segunda provincia de Aragón está poblada por cuatro gatos de los que sólo votan tres. No somos electores rentables y esa es la auténtica madre del cordero. ¡Sólo somos un área de descanso a donde vienen a cargar pilas los domingueros, con su cargamento de bocatas a la espalda!.
¡Tendremos que montárnoslo por libre! ¡Tendremos que repoblar con inmigrantes si no somos siquiera capaces de garantizar nuestro propio relevo generacional! ¡Tendremos que hacer más números! Calcular cuántos hombres y mujeres, sin decimales (para no partirlos), nos harán falta para ir cubriendo, poco a poco, todos nuestros subsidios, siempre, claro está, que no seamos autónomos.
Tendremos que acordarnos de ellos, si queremos que algún día, alguien nos saque a pasear, a buscar la rayadica de sol y de alegría. Tendrá que ser así, aunque sólo sea para que alguien sepa lo egoístas que somos. Tendremos que quitarles las esposas y darles agua o Coca-Cola si hace falta, cerveza sin alcohol... Limpiar sus rudas manos con una partida descomunal de Betadine, masajear con Trombocid sus moratones y traérnoslos a casa sin correr riesgos, fletando aviones, que no sean del Ministerio de Defensa. Antes tendremos que hacerles un sitio en mitad de tanta desvergüenza y darles lo imposible para que se sientan cómodos. Después de todo, aunque hayamos cerrado los ojos demasiado tiempo, sabemos de sobra, que han toreado la vaquilla fura de la hambruna entre cornadas y que han pasado, con destreza la prueba del vallado de espinos y la de la patera, en este Gran Prix de la incompetencia Internacional, de la insolidaridad individual y colectiva. Tendremos que salir, todos en masa, a recibirles, con Marcelino a la cabeza. Todos: blancos, negros, amarillos, verdes y azules, porque rojos ya no quedan. Montar una rueda de prensa y una gran fiesta en el aeropuerto chiquirrín de Monflorite, con canciones de Carbonell y de Petisme, de Carmen París y de Sopeña, de Bunbury y Juan Perro, de Especialistas y Amaral, de la Ronda de Boltaña, Labordeta y Vinos Chueca...
Aguardaremos ansiosos su llegada como andamos aguardando la lluvia que no llega. No llueve, es verdad, no nieva, pero los campos de golf siguen creciendo como setas, mientras los hongos no se atreven a sacar la cabeza de la tierra. De seguir así, nos quedaremos sin agua en cuatro días y tendremos que tragarnos a palo seco, a lo bestia, las castañas de mazapán de Huesca, los empanadicos de Siétamo y las Trenzas de Almudévar.
El desierto avanza, ya lo dijo Petisme y no le hicimos puto caso. Cualquier día la arena llegará, sin darnos cuenta, al Puente de Sardas. Si llega, ojalá ese desastre natural no cause víctimas, arrasará esa puerta falsa al futuro que han vendido a los incautos un puñado de constructores de tierra baja y altos vuelos, gentes que han llevado hasta el límite la improvisación en el mundo de la construcción y el urbanismo, con el beneplácito de su Ayuntamiento: Ignorando hasta la climatología de la zona, el respeto por el entorno, y los más mínimos sentidos de la lógica y la ética.
Hay demasiado listo, demasiado inepto, firmando cheques en blanco a un futuro por el que dicen apostar. Proyectos como Pirenarium o Lacuniacha, siendo, sin duda positivos, deben formar parte de un "todo" mucho más ambicioso, no sólo en el terreno económico...
Cualquier día, cualquiera, el desierto de Tardienta llegará a la entrada del Lid´l, donde antaño estuvo la Fosforera y donde no queda ya nada de chispa: Se habrá llevado por delante esas construcciones horribles que parecen granjas para cerdos, paredones de fusilamiento y donde al pobre Rafael Alberti le han regalado una plaza, mutilada como su vida: Una broma chunga y macarra del Plan General de Ordenación Urbana.
Huesca se muere, agoniza, mientras espera como siempre, el goteo miserable de algún evento de la Expo! ¡Alguna propineta! ¡A ver si nos cae lo que sea! ¡Mejor si no es una macrocárcel! ¡A ver si nos cae algo y podemos lucirlo como paletos, frunciendo el entrecejo bajo el cachirulico azulete de Belloch, ese cahirulo que parece la venganza fantasma de José Atarés!
Huesca se muere, agoniza... ¿Cómo van a abrirnos los franceses la frontera de Canfranc? ¿Para que les vayamos pasando vagonetas de amargura y de miseria? ¡Son demasiado inteligentes!
Artistas plásticos, novelistas, poetas, media docena de empresarios y algún técnico cultural, como Teresa Luesma, luchan, denodadamente, desde Huesca por construir otra realidad y coger, definitivamente ese tren verdadero hacia el progreso, donde también los ciclonudistas (con ropa o sin ella) cuenten con espacio para acomodar sus bibicletas.
2 comentarios
Miquel S. Aparicio -
HUESCA: Ciudad, provincia, como otras tantas, abandonadas, porque de momento, el capitalismo SALVAJEMENTE DEMOCRÁTICO, no necesita meterle el diente.
Fenomenal expocición de la realidad, pero como dices, es cosa de todos sus habitantes, el unirse como una sola voz, sin partidismo alguno.
Sí he visto algunos lugares de HUESCA, BENASQUE incomparable, CANFRANC con su estación recuerdo del milenio pasado a la eterna espera de nuevos pasajeros y la zona de Calazanz.
Ánimo y a luchar lo que se pueda.
Un abrazote
de este Axarko
miquel
víctor -
Gracias