De rutinas y adicciones
Sobre mi mesa reposa todavía el Heraldo del domingo, del que apenas leí la entrañable columneta de Antón sobre Cruz Barrio, la super-eficiente bibliotecaria del Centro Aragonés de Barcelona.
Los días pasan deprisa y mis dosis de lectura siguen siendo breves: Miro el último envío de Prames, todavía precintado, de la misma forma que un crío mira su bolsa de chuches. El país de la lluvia de Francisco López Serrano espera junto a El fragor del agua de José Giménez Corbatón. Parafraseando al inefable Pepe Melero tendré que leer para contarlo.
La semana empezó fuerte tras la jornada de la "madre trabajadora" y he de reconocer que fue mucho mejor que aquel lejano puente de la "Constitución Inmaculada". Las arritmias y fobias, desde entonces, se han ido atenúando y me encuentro mucho mejor.
La quemadura con forma de corazón de mi muñeca se desdibuja despacio, y aunque no ha aparecido mi añorado pilot verde, acabo de encontrar en Internet otro tesoro: la página de Bob Destiny, aquél inolvidable animal de escenario, que vivió tanto entre nosotros y al que nunca hemos olvidado. Os la cuelgo en la larguísima lista de los enlaces.
Poco más que contar, que he leído (lunes, martes y miércoles) los tres primeros artículos de Super-Mariano Gistaín, y que como me decía Víctor Pardo en los tiempos de Trébede: "¡Este Marianico, está que se sale!".
En estos dos últimos años sin Trébede, Gistaín ha seguido avanzando con paso firme, pariendo textos sostenidos entre el humor y el desgarro.
Ahora que ya he superado las difíciles pruebas para abandonar el regaliz, el café y el bourbon, sufro un mono terrible si Daniel, mi quiosquero, me deja sin La ciudad de las gaviotas. ¡Es algo tremendo!
Los días pasan deprisa y mis dosis de lectura siguen siendo breves: Miro el último envío de Prames, todavía precintado, de la misma forma que un crío mira su bolsa de chuches. El país de la lluvia de Francisco López Serrano espera junto a El fragor del agua de José Giménez Corbatón. Parafraseando al inefable Pepe Melero tendré que leer para contarlo.
La semana empezó fuerte tras la jornada de la "madre trabajadora" y he de reconocer que fue mucho mejor que aquel lejano puente de la "Constitución Inmaculada". Las arritmias y fobias, desde entonces, se han ido atenúando y me encuentro mucho mejor.
La quemadura con forma de corazón de mi muñeca se desdibuja despacio, y aunque no ha aparecido mi añorado pilot verde, acabo de encontrar en Internet otro tesoro: la página de Bob Destiny, aquél inolvidable animal de escenario, que vivió tanto entre nosotros y al que nunca hemos olvidado. Os la cuelgo en la larguísima lista de los enlaces.
Poco más que contar, que he leído (lunes, martes y miércoles) los tres primeros artículos de Super-Mariano Gistaín, y que como me decía Víctor Pardo en los tiempos de Trébede: "¡Este Marianico, está que se sale!".
En estos dos últimos años sin Trébede, Gistaín ha seguido avanzando con paso firme, pariendo textos sostenidos entre el humor y el desgarro.
Ahora que ya he superado las difíciles pruebas para abandonar el regaliz, el café y el bourbon, sufro un mono terrible si Daniel, mi quiosquero, me deja sin La ciudad de las gaviotas. ¡Es algo tremendo!
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Maite -
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