PUENTE DEL PILAR
Había que parar, cargar las pilas; lo dije en esta misma página hace ya nueve días. ¿Qué mejor ocasión que la del Puente del Pilar para romper la rutina? Para huir frente al mar con una buena novela recomendada por un buen amigo (Antón Castro). Un amigo que ama los libros tanto como yo. Metí en la maleta un poco de ropa, el cepillo de dientes, la maquinilla de afeitar y poco más: Un cuaderno en blanco, mis tres pilot y la intención de hacer un hueco, para reencontrarme con el incombustible Ángel Petisme a quien hace tiempo que no veo ni abrazo, aunque mantengamos el contacto a través de la red. No fue así. Quizá el descanso llegó tarde. No hubo versos, ni encuentro, ni relax: sólo una crisis de hipertensión y ansiedad, que tuve que combatir, en reposo, con Diazepan y Capoten en un Centro de Urgencias y en la habitación de un Hotel. Las sonrisas de mis hijos en Port Aventura y la lectura de "La casa de papel" de Carlos María Domínguez, me sirvieron al día siguiente, para comenzar la recuperación...
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