La cultura es mi refugio (A. Pérez Morte)
La cultura es mi refugio, lo poco que me salva de la vorágine cotidiana, el último rincón donde me aíslo de la actualidad política, de la intoxicación periodística, de la desinformación. Llevo años intentando ponerme a salvo de los conspiradores de uno y otro signo y si me acerco a ellos, rascándome el bolsillo, es única y exclusivamente para hacerme con esas pocas páginas en las que se habla de las letras y la música, del cine y el teatro, de la escultura y la pintura, y en las cuales, quizá con menos éxito, también intentan meter sus sucias zarpas.
No necesito, para nada a quienes erigiéndose en únicos portadores de verdades absolutas, pugnan y conspiran por captar nuestra atención y mantenernos desinformados minuto a minuto con su bombardeo de triquiñuelas, mentiras y patrañas. Los gobiernos siempre hacen lo que prometieron que no harían, a cambio de olvidarse las promesas; y la macroeconomía hiere a la democracia real y colectiva, en lugar de ser ésta la que reforme una política económica capitalista ineficaz e injusta.
Los censores de otras épocas, los banqueros y políticos que nos robaron a manos llenas, se suben juntos a la noria, para bajar, del brazo, en el mismo lugar en que ascendieron. Es la feria de la noche permanente, para quienes al fin sabemos que ya no podemos creer en nadie, ni siquiera en los jueces de tribunales supremos.
Nos llaman reaccionarios porque aprendimos a pasar de partidos y sindicatos, de tele-predicadores y medios, y porque una vez que nos lo han robado casi todo, no estamos dispuestos a darles la razón ni nuestro tiempo.
Los sindicatos, como siempre, vuelven a llamar a la calle, mientras aplican la reforma laboral a sus propios trabajadores; otros reclaman, como si tuviesen amnesia, aquello que no fueron capaces de realizar durante su larga gestión. El Gobierno se escuda en la herencia recibida, transformándola en un cheque en blanco, construyendo a placer, en solitario, su hoja de ruta. Yo quiero huir, seguir huyendo, y permanecer aislado de escándalos y alegrías, de alegrías y escándalos, en el triste espectáculo de una alternancia vergonzosa e inmoral. Me voy a escuchar a Carlos Cano, a Labordeta…
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