Javier es un buen tipo. Se lo había oído muchas veces a mi hermana Maribel. Un buen poeta también. Para saber esto último, no me hicieron falta recomendaciones de amigos comunes, tan sólo leerle. Descubrir cuatro versos en la lejanas "galeradas" de Andalán y dejarme llevar por la poesía fluida de su Zaragoza Marina.
Javier es un buen tipo. Estuvo siempre en el centro de los corazones inquietos, poniendo orden a los sueños con sus ojos vivarachos y pequeños y sus camisones largos y chalecos, que paseaba, repartiendo octavillas a la cabeza de cada reivindicación, y tras la alegría y la lucha de las mejores utopías. Cuando casi éramos niños anduvo cercano y más tarde, a nuestro lado, en los momentos de infinito dolor.
Javier es un buen tipo ¿cómo si no? Un hombre que escribe poesía, y sueña futuros colectivos bajo la Sabina de Villamayor. Un lector infatigable que se transforma en novelista o biógrafo y convierte las servilletas de los bares y los klinnex en fichas de botánca... Javier que conoce cada calle de su ciudad como la palma de su mano, lleva 59 años caminando por ellas, y a cada paso, a cada pensamiento suyo, se hacen más humanas, más transitables.
Javier es un buen tipo, un humanista que trae en la memoria el eco enamorado de la vida, y que con civismo sensato no se resigna a rendirse: Javier, es ese eterno caminante, que como aquel otro, el de la mochila, le ha puesto música y sentido a una vida que se nos hacía demasiado dura. Yo he compartido con él: El amor por la música y la poesía, por los libros, la flora y el mar; un montón de amistades (Rey, Labordeta, Maribel, Romé...) y un lejano cabreo, perdido para siempre en fondo del pozo más hondo del recuerdo. ¡Felicidades! ¡Besos!
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