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Antonio Pérez Morte

Fuego

Fuego Vísperas de Fiestas en Sabiñánigo, que comienzo a preparar a primera hora de la mañana pagando impuestos: El I.B.I. que siempre llega al Serrablo con la extra de Julio.

Vuelvo a la oficina. Les doy de beber a las plantas. Pongo música. Paso de la radio, no me siento con fuerzas para escuchar tertulias ni noticias.

A media mañana salgo a buscar los albaranes de un proveedor cercano y descubro, al final de la calle, sobre la montaña, una columna espesa de humo negro, poco después llega el primer helicóptero, luego otro, y otro y otro más. Al final son cuatro y dos hidroaviones.

Pablo está preocupado (tiene todavía reciente la tragedia de Guadalajara) y Juan (más inconsciente) disfruta viendo tanto aparato en vuelo. Han sido casi doce horas de acción y conjeturas: ¿La sequía? ¿El tren? ¿Una colilla? ¿Quién sabe?

Esa hermosa cordillera que son Los Capitiellos, pudo convertirse en una mecha gigantesca. Todos lo pensamos en voz baja y afortunadamente nos equivocamos.
Ahora, que las llamas y el miedo se han apagado, casi por completo, contemplo en la distancia los árboles muertos y absolutamente entristecido hallo consuelo.

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