La Noche 351 de Ángel Petisme (Juan Carlos Sierra)
Antes de entrar en La noche 351, es conveniente saber de qué noche está hablando exactamente el poeta aragonés Ángel Petisme. Por ello, quizá lo mejor será empezar el libro por su último texto "El hombre que fue a Basora", adaptación en clave autobiográfica de la misma noche de Las 1001 noches.
En el libro de Petisme, el protagonista viaja de Madrid a Basora -vía Estambul y Bagdad- guiado por un sueño en el que se le promete que encontrará la fortuna que perdió; una vez allí, los acontecimientos no se suceden según pronosticaba el sueño y vuelve a su casa madrileña donde le espera su más preciada riqueza, la carta que le anuncia que ha de ir a Zaragoza a recoger a su hija adoptiva. El relato termina así: “El hombre que fue a Basora buscando tesoros los tenía esperando en su casa. Y su sueño fue un viaje de ida y vuelta como todos los sueños de quienes buscan lejos de casa el paraíso”.
La noche 351, por tanto, es una especie de libro de viajes o, mejor, un poemario que da cuenta de un viaje concreto, el realizado por Petisme y otros poetas a Bagdad y Basora invitados por el ministerio de cultura iraquí entre el 23 y el 28 de marzo de 2010. La noche 351 será, así pues, un recorrido por las ruinas de Irak, pero también un viaje interior.
Del dolor de esta experiencia surgen los poemas más crudos que componen La noche 351; pero también de un concepto muy claro de poesía, el del compromiso, el de aquella “arma cargada de futuro” de Gabriel Celaya. Y para que nadie se llame a engaño, Ángel Petisme lo explica en "Vocabulario básico", el primer poema ‘sensu stricto’ del libro: “¿A dónde irá mi poesía/ si mis versos no tienen eco/ ni maldicen a quienes despellejan/ a los pueblos?/ ¿A dónde irá mi vida?”. Si alguien no está interesado en esta manera de afrontar la creación poética y la vida, está avisado desde el inicio.
No obstante, no todo en La noche 351 son ficticias armas de destrucción masiva, expolio petrolífero, zapatos de indignación contra Bush y compañía, cadáveres en las cunetas o los torturados de Abu Grhaib. En medio de la desolación y el hedor de los cadáveres, el libro de Ángel Petisme se oxigena con la nostalgia de los cafés perdidos y de sus conversaciones, con la reivindicación apasionada de una cultura milenaria, con la sensualidad de la antigua poesía árabe y de Las 1001 noches, con el amor y sus cuerpos dando fe de él,… “Días de acero, noches de terciopelo”, como queda escrito en "Cinco veces en Nínive".
A esta bipolaridad temática se ajusta perfectamente el horizonte lingüístico y estilístico manejado por Ángel Petisme. Mientras los versos más directos, rocosos y narrativos acuden en ayuda del poeta para moverse entre las ruinas materiales y humanas de Irak, la imaginería y el vuelo lírico los reserva para cantar la belleza y el amor, el sexo y la poesía; en definitiva, la esperanza y la vida en medio del horror y la destrucción. Porque la poesía -la literatura, en general- es el clavo ardiendo al que nos agarramos, al que se agarra el poeta, cuando alrededor naufraga la dignidad.
Este es realmente el compromiso poético de la obra de Ángel Petisme, más allá de principios sociales, políticos o ideológicos: un compromiso con la realidad y con el lenguaje, porque si de algo es responsable cualquier escritor es de ese binomio y de su coherencia. Es más, creo que este es el valor más destacado de La noche 351, más allá del significado u oportunidad del viaje, alfa y omega de la obra.
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