Blogia
Antonio Pérez Morte

Félix (Antonio Pérez Lasheras)

Félix                            (Antonio Pérez Lasheras)

 

Félix lo llenaba todo y su ausencia dejaba un vacío inconmensurable. Sobre todo en las piscinas. Félix era una sirena en un cuerpo extraño, equivocado. Félix amaba el amor y la familia. La suya, sobre todo, pero también las de los amigos. Félix era el tío soltero que todos los niños quieren tener. Siempre venía con algún regalo. Félix sabía lo que le gustaba a cada hijo de sus amigos y sabía regalarles su cariño como si necesitara comprarlo, como un padre separado o un primo americano. A Félix le dolía el dolor ajeno y sangraba por las heridas de todos. Félix sabía pedir perdón antes de necesitarlo y creía en la amistad como otros creen en la vida eterna. Félix era un huracán de luz, un torrente de ideas, un sifón de razonamientos y, a veces, una mina de aporías. Félix buscaba la felicidad, sobre todo la ajena, porque él sabía, como Gracián. que la felicidad es una isla desaparecida en medio de un océano de tribulaciones.

Félix tenía un conocimiento intuitivo de las cosas. Llegaba antes que nadie y sobravolaba la abstracción. Por eso le costaba aterrizar en lo concreto. Cuando los demás llegábamos razonando, Félix se alejaba en su vuelo. Félix siempre estaba más allá de no se sabe dónde, más acá de ninguna parte. Félix fue el hijo que Labordeta no tuvo: le acompañó a cientos de conciertos, le reprochaba cuando algo no le había salido como él creía que debía de salir. Félix cantaba mal, peor que yo (lo que es difícil), pero lo hacía con un empeño y una contundencia similar a un Caruso a punto de estrenar.

Félix teorizaba sobre todo: sobre literatura, sobre urbanismo o sobre la morbosidad del bonito. Pero no cabe duda de que sus opiniones literarias han dejado una honda secuela en su generación y en la posterior a la suya. Félix estaba obsesionado por la literatura emanada de la vida y la vida sacudida de la literatura. Por eso le horrorizaba la literatura falsa e impostada, los cielos y las mentiras. Félix no pertenecía a la Asociación Aragonesa de Escritores. A Félix le encantaba que las novelas hablaran de su ciudad y que Zaragzoza se tuviera un imaginario literario. Félix odiaba el rencor y a quienes utilizaban el poder para lucrarse y trepar. A Félix se le quería como se quiere a un hermano, sin preguntar nunca el porqué de las cosas.

Félix aparecía y desaparecía. Félix fingía estar contento cuando sabíamos que por dentro algo le corroía; expandía alegría cuando más triste estaba. Félix sabía todo de nuestras vidas y nosotros apenas adivinábamos en su semblante qué se escondía en su interior. Felix era ciclotímico y de carácter voluble. Félix era mi amigo y se ha ido. Pero esta vez no volverá. Félix, Félix: esta vez el juego ha ido demasiado lejos. ¡Vuelve ya con una caja de bombones y di aquello de «¿Qué tal, amiguitos?», la broma ya ha durado demasiado! Nuestros hijos preguntan por ti.
 
 
Antonio Pérez Lasheras

0 comentarios