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Antonio Pérez Morte

Hoy el día huele a primavera

Hoy el día huele a primavera

Hoy el día huele a primavera.  El sol parece de verdad, calienta de verdad y pese a todo la nieve sigue ahí, delimitando el horizonte que hoy ha perdido para siempre Gary Moore.   Los ancianos no saben quien era Gary  y van a comprar el pan como cada día, sin detenerse a compartir el deceso con los vecinos.  Yo me tomaría un bourbon a la salud de Moore, pero es demasiado pronto para hacerlo y padezco hipertensión.   Tengo un trabajo en el que me esperan y al que, de un momento a otro, vendrán a visitarme gentes que tienen frío y esperan su reforma:  La gente pasa la vida preparando reformas, esperando reformas, deseando ser capaces de acometerlas.  Yo también, un día cualquiera, me cansé de esperar la mía y desistí. Ahora prefiero quedarme así, reconocible, irreformable.   Prefiero no reformarme nunca más, además ya lo he dicho: Hoy hace sol y vuelven al parque los viejos,  los insectos, y esos adolescentes que siempre hacen novillos al instituto y que tampoco saben quien era Gary Moore.  Me fumaría con ellos, con estos estudiantes con caras de recién nacidos, un petardo a su salud, pero no puedo, soy demasiado mayor para hacer pirola y quedarme aquí con ellos y ese canuto de maría cojonudo, que huele a frescura y juventud, como los de los buenos tiempos, como los de aquel tiempo en que todo Dios conocía a Gary Moore. 

No puedo hablarles de Gary a estos críos. No puedo contarles como acertó cuando cambió el heavy por el blues.  No pienso hablarles de Moore a aquellos viejos. No tengo derecho a amargar el día a nadie por mi inolvidable desconocido.   Además hoy -creo que ya lo he dicho- el día huele a primavera y el sol parece de verdad, calienta de verdad.  La gente sigue su ritmo habitual mientras, como un día más, cruzo la Avenida de Biescas camino de la empresa.    

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