¡CUÁNTA POESÍA!
¡Cuánta poesía en la semana que hoy termina! Arrancar el Lunes 10 con el recuerdo imborrable del inolvidable Guillermo Gúdel, que nos dejó hace ahora cinco años, huérfanos de su sabiduría y su palabra. Comenzar el martes releyendo a Luis Rosales, en aquel libro teñido por el tiempo, que fue mi compañero inseparable durante el servicio militar, un maravilloso poemario de 1979 titulado "Diario de una resurrección". Vencer el miércoles a puro de esfuerzo y canciones de Luis Pastor y Pablo Guerrero, para acabar la tarde-noche en compañía del entrañable Paco Grasa y hablar entre amigos de su libro, de arte y de cultura en el espacio acogedor del Molino Periel. Reencontrar a Elizabeth Hernández Quijano y hallarla bien, muy bien. Llegar al jueves haciendo las maletas para Zufaria: Introducir en ella a los amigos, Petisme y Vilas. Recobrar a Ezequías Blanco antes de partir y empaquetar el lujoso "Hermanos de sangre" de Loquillo para mi hermana Maribel. Salir madrugando camino de Huesca y patear la ciudad intuyendo las sombras de los Sauras, la melancolía de Castán, antes de desayunar en la Granja Anita y seguir viaje a Zuera. Pisar Candevanía a redoble de tambor, contemplando los ojos, siempre abiertos de Juan, esos ojos que indagan en silencio. ¡Esos ojos que son dos versos luminosos y perfectos!
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