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Antonio Pérez Morte

Manolo Lafuente...

Manolo Lafuente...

 

Era otro tiempo, un tiempo de radio y televisión en blanco y negro. Un tiempo en el que los niños andábamos disfrazados de hombres pequeños, comiendo pipas, chufas secas,  regaliz de palo...  Era  otro  tiempo y en él, casi todos los practicantes se llamaban Manolo, como Manolo Lafuente el practicante de Zuera.   

Cuando Manolo llegaba  a casa,  para inyectarnos los antibióticos,  los críos salíamos pidiendo frenos, en desbandada, despavoridos, para ocultarnos debajo de cualquier cama, preferiblemente cualquiera que no fuese la nuestra. Mientras se llevaba a cabo el ceremonioso, riguroso y lento ritual de hervir agujas y las jeringuillas, escuchábamos  la conversación siempre amiga de Manolo con nuestros padres.   Luego y no sin esfuerzo,  entre los tres conseguían sacarnos  de  nuestro  escondrijo  y  convencernos  para  que estuviésemos  quietos  el  tiempo justo que duraba  el punchazico.  Al marchar, nuestra madre nos hacía pedirle perdón a Manolo, por habernos portado mal y Manolo se reía: ¿Verdad que no os he hecho mal? ¿Verdad que no?

Otras veces, acudíamos a la peluquería que Manolo regentaba junto con su hermano Julio en la calle Mayor de Zuera,  y  que  durante  muchísimos  años  fue   lugar  de  encuentro   y  charla  para  multitud  de zufarienses:   Allí  recuerdo  haber  visto  por primera vez a Mariano Constante (siendo yo, apenas un niño), contando, pormenorizadamente las atrocidades sufridas  en  el campo de  esterminio nazi  de Mauthausen;  otras veces Julio contaba las anécdotas más inverosímiles y divertidas aderezándolas con sobradas dotes histriónicas.

La última inyección que Manolo me puso en el pequeño reservado de la peluquería, ya era mayor y recuerdo todavía su cara de chufla incontenible.  Me dijo: Toño, voy a premiarte por haberte portado tan bien y no haber llorado. Te gusta la poesía ¿verdad? Pues escucha este poema tan precioso que me enseño mi padre...  

"¡A las dos de la mañana le cogieron a mi padre,

le cogieron los civiles,

a las dos de la mañana le soltaron a mi padre,

le soltaron los civiles,

le soltaron un guantazo en mitad de las narices!" 

Nunca había oído nada tan malo, divertido y contundente como esos versos, en la engolada voz de Manolo.  Pocas veces creo haberme reído tanto y tan a gusto como entonces.  Otras veces he llorado con él.    Hoy, en su adiós definitivo, lo hago solo, completamente solo,  porque ya soy valiente.      

 

2 comentarios

Antonio PÉREZ MORTE -

Un tiempo lleno de paisajes, personajes e historias inolvidables, que seguirán vivas mientras tengamos la capacidad y la suerte de poder recordar.
Abrazos, Víctor!

víctor -

Otro tiempo... qué bueno es este comentario.
También nosotros huíamos del practicante y de aquel ritual del miedo: la cajita metálica en la que esterilizaba la jeringuilla, el algodón, el olor a alcohol... Otro tiempo