Amparito o El columpio vacío
He soñado esta noche pasada con mi amiga Berta. Hace tiempo que no hablo con ella y llevaba varios días pensando en llamarla para conversar.
Esta mañana, mientras me afeitaba y hacía el propósito firme de no dejar pasar un día más, ha sonado el teléfono: Mi hermana Maribel me daba la noticia de la muerte de Amparito, su madre.
Amparito se trastornó mentalmente durante la guerra civíl, a causa del miedo y tuvo que pasar unos años en el psiquiátrico de Zaragoza hasta que la evolución de su enfermedad permitió a la familia sacarla de allí. Desde entonces, Berta, ha estado dedicada por completo al cuidado de sus padres.
Amparito recuperó el tiempo perdido volviendo a la niñez y Antonio, su yerno, le construyó un hermoso columpio en el corral de su casa de Zuera, allí se hizó mayor jugando con muñecas, haciendo labor, zurciendo imposibles, cantando y soñando con niños a los que admiraba con ternura infinita (¿dónde está tu Pablico? preguntaba), escondiéndose de las visitas tras una puerta de cristal, columpiándose...
Y en ese ir y venir del columpio, Amparito, mimosa y dulce, fue para la incombustible Berta, a ratos la hija que nunca tuvo, a ratos, la madre que no pudo ser.
Berta y Antonio le han dedicado gran parte de su vida. Hoy se ha marchado definitivamente, para no volver. Mañana, todo será deber cumplido y cenizas. Mi amiga, no espera nada, no hay reencuentro posible ni recompensa, es comunista y atea, por eso tendremos que seguir dándole, mientras podamos, aquello que más le gusta: buena literatura, chocolate y amor.
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Antonio Pérez Morte -
Cide -
Samuel -
Raquel -