Tinta negra
Quizá tenga razón Pedro, que ayer dejaba un comentario bajo mi artículo El mundo era distinto, diciéndome que yo había vuelto a escribir con negro. ¡Quizá tenga razón! ¡Quizá la tenga!
Desde que mi pilot verde anda perdido, no he vuelto a ser el mismo: Ayer anduve todo el día, entre notas y cuentas, recordando a mi amigo José Antonio Labordeta que cumplía setenta fructíferos años. No quise llamar para felicitarle, como antaño, porque sabía de su apretadísima agenda, y acabé conformándome con escucharle en El tranvía de Olga Viza, junto a la propia Olga, Javier Capitán, Chencho Arias...
No quise mandarle, tampoco, ninguna tarjeta con tinta negra. ¡Sé que no lo tendrá en cuenta! ¡Volveré a telefonearle cualquier día!
Hoy ha sido, también, el cumpleaños de mi madre (75): Le he regalado una mentira sobre mi tensión arterial y una carcajada (de risoterapia) en el contestador, junto a las voces cariñosas de sus nietos.
Mañana llamaré a mi prima Elba, que cumple años (61) en Madrid y no podré besarla. Le contaré las gracias más recientes de Juan, su sobrino pequeño, y los progresos de Pablo con la guitarra. Le diré, con la voz quebrada, que me han dado pistas fiables sobre el paradero de mi rotulador verde esperanza, aunque no sea cierto. Luego haré bromas ingeniosas para ocultar mi tristeza y quizá le recite alguno de mis últimos versos. ¡Hasta mañana!
4 comentarios
dmdfgu -
Antonio -
¡Cuídate mucho!
Cide -
Irene -
¡Si fuera creyente, rezaría!