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Antonio Pérez Morte

Anoche me follé a Jane Birkin (Octavio Gómez Milián)

Anoche me follé a Jane Birkin   (Octavio Gómez Milián)

Anoche me follé a Jane Birkin,
la follé en un escrupuloso silencio
la folle demasiado concentrado por la estupidez
de saborear el momento.
Me la follé en silencio por la noche
y la volví a follar de día.
Seguí en silencio, seguí en silencio porque
cuando quise intervenir para decir algo hermoso
no supe donde había dejado la poesía
entre aquel amasijo de mentiras gloriosas
que era el cuerpo de Jane Birkin.

Anoche, justo cuando Jane Birkin se quitaba
un sujetador negro,
mientras deslizaba sus bragas hacia abajo,
hacia el abismo perfecto donde no había nada,
hacia la zona de nocuerpo de Jane Birkin,
anoche justo, en ese momento previo,
fue cuando quise decirle algo; y no pude,
y volví al silencio
que nunca debí haber intentado abandonar
y busqué con mis dedos especialmente alargados
sus pezones dorados, relucientes
en la semioscuridad de mi cuarto
y ya no perdí ni un momento en salmos,
ya sólo me entregué al musgo dulce
del cuerpo de Jane Birkin.

Se hizo de día y las horas saludaban al pasar
camino de la fábrica
y besaba todas las partes del cuerpo de Jane Birkin,
la besaba buscando memorizar
todos los centímetros cuadrados, los milímetros,
las microscópicassuperficies que iba a extrañar,
besaba los recovecos, las ausencias,
las suciedades y las manchas
de la piel de Jane Birkin.
Besaba la perdición ósea de los cráneos llenos,
las cuencas enormes,
besaba todo lo que fuera blanco,
todo lo que me llevara al violeta,
besaba todos los horrores y todos los odios
de todos los hombres con los que había estado Jane Birkin
antes que yo
y todos los horrores y todos los odios de los hombres
que iban a estar con ella después de mí.

Jane Birkin por la mañana remoloneaba en la cama
no quiso cafe ni galletas, no quiso siquiera el zumo de naranja
cansino que mezclo con el vodka.
Sólo que la dejara durmiendo,
que dejara su cuerpo descansar,
el cuerpo de Jane Birkin dentro del nórdico de mi cama de alquiler,
en la habitación de la casa donde acumulo las penas
y los tebeos y los cuerpos muertos y los cuerpos arrendados
de todas las mujeres que han pasado por la cama de alquiler
y han follado conmigo otras noches y otras mañanas
y han follado conmigo borrachos los dos,
fingiendo que su cuerpo era el de Jane Birkin
y fingiendo yo que lo creía, con el sabor especial
de la mezcla de tabaco y ron con el que las mujeres
que no son Jane Birkin nos quieren engañar.

Me he ido y he dejado as Jane Birkin
y a todo su cuerpo y los pezones y las piernas
agobiantemente hipnóticas
y me he ido antes de que el hambre me pudiera de nuevo
y me tuviera que lanzar sobre el cuerpo de Jane Birkin
para alimentarme de ella y follarla como la follaría uno
que ha estado cerca del cuerpo glorioso
y ha sorbido el tuétano de los huesos perfectos de Jane Birkin.

Y he estado trabajando,
imaginando que el papel y el cartón y las cajas,
y el café para soportar el dolor de los dedos
y el sueño y la muerte que acecha siempre tras la repetición
de los días sin Jane Birkin, imaginando que Jane Birkin
estaba en todo lo que me rodeaba,
y entonces he querido contarles a todos,
a todos,
que anoche me follé a Jane Birkin
y por la mañana otra vez, y no se lo he contado
como si quisiera guardar para mí todo el sabor de sus
dientes
que saben a mi propia saliva,
y así han pasado ocho horas y una más hasta que he vuelto
a casa
nueve horas con el sabor de la lengua de Jane Birkin de mi boca
al estómago,
nueve horas.
Y cuando he llegado a casa
Jane Birkin ya no estaba
y la ausencia que su cuerpo divino había dejado
era tan desoladora
que parecía que nunca hubiera estado allí.

Así que fue eso lo que elegí creer,
lo que le conté a todo el mundo;
que nunca llegué a follarme a Jane Birkin.

Octavio Gómez Milián

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