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Antonio Pérez Morte

La radio no es la vida (Un texto rescatado de Andrés Aberásturi)

La radio no es la vida  (Un texto rescatado de Andrés Aberásturi)

Cada noche nosotros hacemos una declaración de buenas intenciones; hablamos, escuchamos, nos contamos cosas en este juego de extrañas complicidades, pero la vida se agota con nosotros.     

Mientras yo pronuncio estas palabras y tú las oyes, miles de niños se están muriendo de hambre aquí al lado, a un vuelo de avión. 

Mientras suena la dulce música de fondo, un poco más allá están rompiendo el aire disparos de morteros y un estado mayor planifica meticulosamente el número de muertos previsible mientras la población civil huye sobre una tierra quemada hacia el desastre.

Tal vez pienses que exagero. Tal vez exagero, pero apaga la radio y date una vuelta por la calle. A dos manzanas de tu casa alguien está durmiendo entre cartones, alguien que ha sobrevivido al invierno y carece de nombre, de edad y de derechos.   Sigue calle arriba hasta el final de la ciudad y verás junto a las tapias a las que no llegan las luces de neón de los anuncios, cómo se inyectan muerte en venas encallecidas y son ya casi zombis de mirada sonámbula, escúalidas caricaturas de lo que fueron antes de engancharse y caminan inciertos, rotos, hasta que alguno muere de eso que llaman sobredosis.

Si te deprime el espectáculo, da la vuelta y acércate a las calles que tú sabes y allí las verás, humilladas pese a sus risas, cubriendo con el descaro el auténtico rostro de la vergüenza, engañadas, mostrándose como la mercancía que no son a unos tipos oscuros, repugnantes o enfermos que negocian a la baja el precio de sus cuerpos.

Todo esto, y más, está ocurriendo ahora. En un chalet de lujo, discreto pese a todo y rodeado de arbustos bien cuidados, es posible que hombres respetables de todos conocidos planifiquen, en el mejor de los casos, la quiebra de una empresa que dejará en el paro a cientos de familias.  En el peor, tal vez barajan una lista de nombres y elijen uno sobre el que harán caer, sin que nos demos cuenta, el deshonor y la basura de la infamia en una brillante operación mediática. Ellos son el poder y necesitan demostrarlo.

Estas cosas, y más, ocurren a estas horas mientras tú y yo nos dedicamos elocuentes palabras y hermosas músicas. Si te lo cuento, no es para amargarte la noche ni para ponerme trascendente, pero de vez en cuando conviene no perder el sentido de la realidad, no confundir este estudio 104 con el mundo, ni este programa, que intenta ser amable, con la vida.

Andrés Aberásturi

2 comentarios

Antonio -

Así es...
¡Abrazos, Manu!

Manuel -

Y en todas las cadenas de radio hay quienes aceptan unos contratos y quienes no. Unos, a los que el estudio les escuece, y otros que aún no han perdido el Norte.